VOCES AMOROSAS

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A donde el corazón se inclina,

el pie camina.

Isabel Allende.

Al enterarme de la triste noticia del padecimiento actual de María Ibeth Pineda Bermúdez, La Ibis, me puse a pensar en la mejor manera de apoyarla y se me ocurrieron dos acciones inmediatas: la primera fue apelar a la generosidad de la familia calentana para contribuir a solventar los altos costos del tratamiento médico y, tal como suponía, la respuesta fue muy satisfactoria, en más de un sentido.

La segunda idea fue llevarle serenata a la chaparrita. Con tal propósito, me dediqué a convocar a las personas que sé que cuentan con dos cualidades indispensables para este fin: su vocación musical y su amor por Ibeth. La gran mayoría aceptó de inmediato y con la mejor disposición, sin tomar en cuenta diversos factores, como la distancia, los gastos, alejarse de la familia momentáneamente, etcétera.

La fecha elegida para la serenata fue el 12 de abril de 2014. A los convocados se les indicó que el evento podría no realizarse si resultaba inconveniente para el bienestar de Ibeth. A todos se les citó a las 17:00 horas, afuera de la casa de Ibis, mientras que a cantantes y guitarreros a las 15:00 horas, en la casa de Jorge Pineda Bermúdez y Sara Esmeralda Galeote Pineda, para acordar el repertorio y ensayar un poco.

Diversas circunstancias propiciaron que los tiempos se fueran complicando. Sin embargo, cuando comenzó el ensayo cualquier temor se disipó. Escuchar las voces y guitarras entonando nuestras canciones enchinó la piel de más de uno de los presentes y a todos nos alegró el corazón, además de fortalecer nuestra convicción de que a Ibeth le iba a encantar la serenata, que no fue tal, porque se realizó antes de que serenara, bajo el inclemente sol moreliano.

Un poco antes de las seis de la tarde nos reunimos afuera de la casa de Ibis y a una señal desde el interior de la vivienda iniciamos a cantar. Ibeth, visiblemente sorprendida y emocionada no podía dar crédito a los que sus ojos veían.

 

En ese orden de ideas, las canciones comenzaron a fluir, ejecutadas magistralmente, como siempre, por los guitarreros Mito y Fernando Núñez, Enrique Ochoa, Eduardo Pineda, Favio Mora, Manuel González Meño y Arturo Salmerón, además de Raúl Eduardo González con su jarana. Asimismo, las voces extraordinarias de César Ochoa y Jorge Pineda El Hijo de la Huacana, hicieron del evento, como Ibeth lo calificó, un día inolvidable.

Algunas de las canciones interpretadas fueron Poco a poquito, Renunciación, El andariego, El primer tonto, Olvido, Recuerdos, Déjame amarte otra vez, Mientras llueve, Las ciudades, Cincuenta cartuchos, Sentencia, La guarecita, El pañuelo y Hombre normal.

Entre quienes nos acompañaron podemos mencionar a Sara Esmeralda Galeote Pineda, Jorge Pineda Bermúdez, Virgilio Bermúdez, Ramón Vázquez, Rosa Carmina y Clara Bruno, Rommel y Garimir Pineda, Liliana Ramírez, Alondra Pineda, Caremi Gaona, Ixida Pérez, Juan Fernando Núñez (padre de Mito y Fernando), Salvador Pineda Macedo, Lidia González, Víctor Noyola, Martín Ochoa, Hugo y Óscar Galeote, además de Alexandra Morelia, hija de Meño.

María Ibeth Pineda Bermúdez disfrutó el momento a plenitud y cuando consideramos que ya era conveniente dejarla descansar, nos despedimos, felices de haber contribuido al fortalecimiento del ánimo sólido de nuestra queridísima Ibis, quien agradeció la serenata y dijo que iba a superar su padecimiento, convicción que todos compartimos y, que quede claro, que no le cantamos porque creamos que se vaya a morir, sino porque quisimos demostrarle nuestro amor de esta manera, a alguien profundamente amorosa como ella.

Con la satisfacción de haber cumplido con nuestro propósito, retornamos a la casa de Sarita y Jorge, a comer, beber, cantar y disfrutarnos. Le hicimos el pelo y rasura al aporreado, al chile con queso, a las carnitas, al chicharrón, a los frijoles, al arroz y demás alimentos, acompañados de cervecita, tequila, mezcal, brandy y refrescos.

Cantamos hasta que se nos hinchó el tupo y los músicos dijeron “hasta aquí”, por ahí de las dos y media de la mañana. A este lugar llegaron, más tarde, Julio Galeote, Ramón Vázquez Bruno, Diana Laura, la otra hija de Meño y José Manuel Ochoa El Ché.

Para finalizar, deseo agradecer profundamente a todos los que nos acompañaron, especialmente a Mito, quien viajó desde los Estados Unidos, exclusivamente para la serenata, a Enrique, Arturo, Chava Pineda, Rommel, Meño, Virgilio Bermúdez y Fernando Núñez por desplazarse desde sus lugares de residencia, a Jorge y Esmeralda por prestar su casa para el convivio, a Ramón y Carmina por su generosidad y apoyo, a Clarita por su valiosa colaboración y a Ali, mi esposa, por su amoroso desempeño en cada una de las tareas.

Esa inmensa generosidad, ese indiscutible talento musical, ese amor solidario, esa amistad indestructible, esa alegría que todo lo vence, todo eso también es Zirándaro.

Javier Pineda Bruno.

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