Cuando el tema es la inmigración, los medios dominantes y los activistas que apoyan la ciudadanía para los inmigrantes ilegales tienen sus favoritos. Continuamente atacan a los republicanos, mientras dejan pasar las cosas cuando se trata de los demócratas.
Consideremos el caso del representante Scott DesJarlais, republicano por Tennessee, quien en una reciente reunión municipal en Murfreesboro, Tennessee, dijo a la niña de 11 años, Josie Molina, cuyo padre ha sido deportado, que “tenemos leyes, y debemos seguir esas leyes.” Desde entonces, DesJarlais ha sido criticado por diversos medios, blogs liberales y grupos de incidencia como frío y despiadado. Sin embargo, esos mismos grupos no han armado un lío por el frío y despiadado presidente demócrata que está tratando de deportar al padre de la niña.
O el caso del presidente del Comité Republicano Nacional, Reince Priebus, quien recientemente expresó que el uso de la palabra “auto-deportación” por Mitt Romney, durante la campaña presidencial de 2012, fue “horroroso” y que cuando un candidato dice algo así “obviamente, nos perjudica.” Los activistas se agarraron a esos comentarios para criticar a los republicanos. Sin embargo, hicieron la vista gorda a lo que es realmente horroroso -el hecho de que el gobierno de Obama esté en vías de llegar a 2 millones de deportados, dividiendo a miles de familias, para fines de 2013.
Esta indignación selectiva no es justa para los republicanos. Pero tampoco ayuda a los demócratas. Una vez que se dan cuenta de que no tienen que esforzarse al máximo en el debate de la inmigración, se vuelven perezosos, orondos y simplistas. Se acostumbran a recibir preguntas fáciles de los reporteros de Washington o Nueva York, quienes, para empezar, realmente no comprenden el asunto de la inmigración.
Además, los demócratas generalmente pueden contar con un funcionario republicano que diga algo nativista o sin sentido -o ambas cosas. Una vez que eso sucede, se cambia el tema, y eso saca a los demócratas del atolladero. Los activistas no esperan demasiado de los demócratas, por lo que obtienen poco. Pronto, los de la izquierda pierden su destreza y se olvidan cómo debatir el tema en forma inteligente -o hasta discutirlo en forma coherente.
Lo que nos lleva al senador demócrata por Iowa, Tom Harkin, a quien se le trabó la lengua cuando trató de explicar a una sala llena de electores conservadores por qué apoya el proyecto de ley sobre inmigración del Senado, que ofrece un camino a la ciudadanía para los inmigrantes ilegales.
“Yo separo los que vinieron aquí ilegalmente de los que son delincuentes,” dijo. “Ahora, es obvio que quebraron leyes e hicieron cosas que eran ilícitas y no deberían haber hecho. Pero sólo estoy diciendo, simplemente, porque vinieron aquí a trabajar -a mantener a sus familias. No han quebrado otras leyes aparte de entrar ilegalmente. Están aquí ilegalmente -eso es cierto. Y necesitan cumplir todos los requisitos que pongamos en la ley. Pero no los clasifico como delincuentes.”
Qué trabalenguas. Como explicación, da realmente muchas vueltas. Harkin podría haber sido mucho más claro y podría haberse ahorrado palabras señalando simplemente que la ley de inmigración se basa en infracciones civiles y no penales, por lo tanto, los que la violan no pueden ser llamados delincuentes. Por eso deportamos a los que entran en el país sin autorización y, generalmente, no los mandamos a la cárcel.
El hecho de que Harkin no pudiera expresar bien esa idea sugiere dos cosas -o bien no cree realmente lo que está diciendo o está incómodo, porque no quiere que los habitantes de Iowa crean que está aprobando una actividad ilícita. Quizás sean las dos cosas.
Esta historia importa. Echa luz sobre algo que no se señala generalmente en el debate, a saber que no son sólo los republicanos los que luchan con la manera de hablar sobre el asunto de la inmigración. Los demócratas tampoco son expertos. Mientras los republicanos tratan de complacer al grupo empresarial, sin enojar a la facción nativista dentro del Partido Republicano, los demócratas deben preocuparse de cortejar a los latinos que quieren que se trate a los indocumentados con justicia y compasión, sin alienar a los blancos y afroamericanos, pareciendo demasiado blandos con la inmigración ilegal.
El enfoque del Partido Republicano sobre la inmigración es a menudo tan torpe, tan simplista, tan ignorante y tan vengativo que no es de extrañar que los latinos no estén interesados en ellos.
Lo entiendo. Lo que no comprendo es cómo los demócratas ofrecen continuamente a los latinos -y al debate en general- tan poco, y aún así se las arreglan para que no los critiquen. Ese tipo de bajas expectativas no ayuda a nadie, y mucho menos a los demócratas.
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