Del miedo, el salto a la organización, Comité de Familiares de Desaparecidos ¡Alzando Voces!

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Morelia, Michoacán.- `Es una transformación que se va sufriendo, ese miedo que en un inicio da el desconocer el paradero de tu familiar, se va transformado con el fortalecimiento de la unión y el saber a lo que nos enfrentamos, eso es por el Comité, ese temor lo vamos transformando en fortaleza para continuar la búsqueda´.

Así lo señala Mercedes Ruiz González, integrante Comité de Familiares de Personas Detenidas-Desaparecidas en México ¡Alzando Voces! en entrevista con Cambio de Michoacán, a propósito del reconocimiento al Mérito Ciudadano que le otorga a la organización este medio de comunicación por su contribución en la defensa de los derechos humanos.

La entrevista se da en un pequeño salón donde cuatro mujeres integrantes del Comité hablan de los trajines en la búsqueda de sus familiares desaparecidos.

A Mercedes le desaparecieron el hijo, al igual que a María Elena Leticia Barajas; a Janahuy Paredes Lachino, al padre, y a Laura María Orozco Medina le desbarataron la familia al llevarse en diferentes momentos a su padre y hermanos; son algunos de los 171 casos documentados por la organización, ellas son una parte de la lucha que encabezan todos en una voz unísona.

-¿Por qué se organizan?, cada una responde, primero Janahuy:

“Estamos en el entendido de que las desapariciones forzadas las comete el Estado, y una de sus intenciones es aislar a las personas en la búsqueda de sus familiares, buscan separar todo lazo de solidaridad y con ello diluir el problema.

“Con la organización, todos los familiares vamos acompañándonos en los procesos legales para fortalecernos, solos somos más susceptibles a cualquier intimidación y agresión, juntos nos protegemos; no en un proceso de duelo, porque el familiar no está, no hay un cadáver o un cuerpo al que tú le puedas llorar, es un duelo inconcluso y un proceso muy difícil”.

Después, habla Mercedes: “Luego de que nos sucede en lo personal esta situación de desaparición del familiar, nos vamos dando cuenta de que hay otras personas que también padecen lo mismo, entonces surge la necesidad de buscarnos para de esa manera acompañarnos y echar mano de la experiencia que cada quien tenemos en esta situación”.

Toca el turno a Laura: “Organizarnos también surge de la necesidad de que se visibilicen las desapariciones forzadas, esto como una forma de parar esta política y de encontrar nuevos lazos que nos ayuden a cumplir nuestro objetivo, que es encontrar a nuestros familiares y lograr la justicia”.

María Elena coincide: “Sólo juntas y entre más seamos, más fuerzas tenemos para exigir la presentación con vida de nuestros familiares, porque estamos seguras que es el Estado el que está haciendo esto de desaparecer a la gente”.

De manera visible, son las mujeres las activistas del Comité, es pues necesario preguntarles dónde están los hombres, no vacilan y responden, “desaparecidos”, porque en el 90 por ciento de los casos documentados por el Comité, las víctimas son varones.

Frente a una sociedad que parece inmersa en sus asuntos particulares, la idea de la organización pareciera difícil, y ante la pregunta del ¿es posible sumar esfuerzos?, no hay vacilación en ellas para responder que sí.

Es entonces cuando Mercedes habla del compromiso que nace de la búsqueda personal de sus desaparecidos y que va más allá, a la organización para sumar esfuerzos de todos aquellos que se encuentren en la misma situación.

Janahuy explica: “Todos buscamos otras opciones, porque vemos que las instancias oficiales son incompetentes y parte del problema; ese caminar de la impunidad le va dando la razón al familiar de que debe existir una manera de organizarse y hacer lo que el gobierno no quiere”.

El primer asunto registrado por el Comité data del 20 de noviembre de 2007, se trata del periodista Antonio García Apac, y salvo el caso del comunero de Uruapilla, Avenicio Reyna Cruz, no se ha logrado la presentación de ninguna otra víctima.

Sobre esto comenta Janahuy: “Sabemos que la desaparición forzada es una política de Estado, lamentablemente no hemos podido rescatar a ninguno de nuestros familiares pero siempre nos mantiene la esperanza de poderlo hacer; tenemos que alcanzar esa verdad y esa justicia y no nada más eso, sino que el sentido del Comité también va más allá y es lograr que estos hechos no se repitan.

“Estamos conscientes de que posiblemente nunca regresen nuestros familiares, y mínimo como familiares lo que debemos hacer es exigir al Estado que esto no vuelva a suceder; buscar y presionar para que se creen todas las medidas que garanticen que estos crímenes no se repitan”.

Laura agrega: “Creo que sí hay logros como el lograr que se visibilice el fenómeno, antes quizá la única gente que sabía que existían desapariciones forzadas eran los familiares; a pesar del estigma y prejuicio social de que posiblemente las víctimas sean delincuentes, al menos se sabe que es algo que existe”.

Mercedes reconoce que aún hay que trabajar para acabar con ese estigma social que cree que las víctimas de desapariciones se relacionan con temas de delincuencia, “todavía no se entiende, no se conoce que cualquiera puede ser víctima de una desaparición, la gente piensa que no está expuesta cuando la realidad nos demuestra lo contrario”.

Sobre el asunto, abunda Janahuy: “La percepción social va cambiando, en parte porque las desapariciones se están dando de forma más descarada, llegan directamente las patrullas y se llevan a quien quieren, la gente ve y se empieza a dar cuenta que son esos desgraciados los responsables”.

Es así como subrayan la necesidad de reivindicar a sus familiares desaparecidos, “es parte de esta verdad que nosotros estamos exigiendo y dando a la luz, que se sepa la verdad, que se están llevando a jóvenes inocentes, padres, maridos y hermanos y que así como nos pasa a nosotros, le puede pasar a cualquiera”, apunta Janahuy.

Otro tema es el temor, ¿ellas viven con miedo?, ¿cómo pueden andar sin miedo encarando a los cuerpos de seguridad en búsqueda de sus familias?, Mercedes lo aclara: “El miedo se nos ha quitado, si tuvimos miedo fue al inicio, miedo incluso para acudir a poner la denuncia, pero conforme vamos descubriendo todas las injusticias que se cometen contra nuestros familiares, pues se nos va quitando el miedo”.

No obstante, Janahuy reconoce que el temor existe y siempre está latente, “sabemos que siempre somos foco rojo para el Estado y susceptibles de cualquier agresión, pero conforme te vas informando y conociendo tus derechos, lo que te corresponde como persona, vas perdiendo el miedo, ya no te intimida el Ministerio Público o el visitador de la Comisión Estatal de Derechos Humanos”.

Ahí también abunda Laura: “Es un riesgo que existe desde el momento en que se llevan a tu familiar, primero porque se lo llevaron, no sabes las circunstancias en las que se encuentre o no se encuentre; el temor va desapareciendo en la medida en que te enfrentas a las instituciones gubernamentales de procuración de Justicia, ese miedo va desapareciendo y se convierte en coraje e impotencia de saber que no están haciendo absolutamente nada. Hay temor, pero es un riesgo que se asume precisamente por el coraje y el amor a tu familiar”.

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