Para los nuevos asesores de política exterior del presidente Barack Obama, la primera prueba de la disposición de ellos a emprender una acción militar terminó como una cruda lección de la facultad del mandatario para imponérseles.
La abrupta decisión de Obama de buscar la autorización del Congreso antes de atacar a Siria también opacó lo que había sido un sorprendente nivel de consenso entre los integrantes del equipo del segundo periodo de gobierno del mandatario sobre cómo responder a un ataque con armas químicas efectuado contra civiles en aquel país.
Según personas cercanas a las deliberaciones, el secretario de Estado, John Kerry; el secretario de Defensa, Chuck Hagel; la asesora de seguridad nacional, Susan Rice, y la embajadora ante las Naciones Unidas, Samantha Power, coincidían en gran medida en la necesidad de utilizar la fuerza para castigar al presidente sirio Bashar Assad.
Aunque había algunas divergencias en cuanto a la rapidez y el alcance del ataque, no surgieron facciones disidentes como ocurrió en el primer periodo de gobierno durante las deliberaciones sobre la adopción de medidas contra Libia o sobre la operación en la que Osama bin Laden fue aniquilado.
Los asesores, dos de ellos ex senadores, también estaban dispuestos a que se procediera con la acción bélica sin la autorización del Congreso. Sin embargo, el viernes en la noche, luego de una semana en la que se avanzaba velozmente hacia la acción militar, el mandatario dio un vuelco sorprendente y decidió que quería la autorización de los legisladores antes de lanzar un ataque.
“Aunque creo que tengo la autoridad para llevar a cabo esta acción militar sin la autorización específica del Congreso, sé que el país será más fuerte si seguimos esta vía, y nuestras acciones serán aún más efectivas”, afirmó Obama al anunciar el sábado su decisión. “Debemos tener este debate”.
La forma en la que el mandatario llegó a su decisión pone de relieve lo que ha sido fuente de críticas entre los analistas de la política exterior de Washington: un presidente que ha centralizado las decisiones dentro de la Casa Blanca y que a veces margina al Departamento de Estado y al Pentágono.
En momentos en que sopesaba someter la acción militar a votación en el Congreso, Obama no consultó con su equipo de política exterior. En su lugar, recurrió a Denis McDonough, quien ha sido su asesor desde hace tiempo y que ahora funge como jefe del gabinete del presidente.
Y la mayor parte de los líderes gubernamentales en política exterior estuvieron ausentes de la reunión del viernes en la noche en la Oficina Oval en la que el presidente informó a varios asesores su decisión de buscar la autorización del Congreso.
Rice, integrante del gabinete de la Casa Blanca, fue una de las presentes. Sin embargo, Kerry y Hagel fueron informados de la decisión más tarde esa noche mediante llamadas telefónicas del presidente.
“Todo el poder fluye desde y hacia la Casa Blanca”, dijo Aaron David Miller, ex asesor de gobiernos demócratas y republicanos y actual vicepresidente del Centro Internacional para Académicos Woodrow Wilson.
“(Obama) se ha apoyado, sin que ello sorprenda, en un círculo muy cercano de asesores de confianza. Realmente es un presidente que controla la política exterior”, agregó.
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