MUNDO MACEDO, EL PÍCARO FILÓSOFO

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Zirándaro ha parido múltiples personajes a lo largo de su historia. En esta ocasión voy a rescatar a uno muy peculiar: Edmundo Macedo Rivera, Mundo Macedo.

Quienes conocimos a mi tío Mundo nunca dejamos de sorprendernos ante su ingenio y personalidad. Sobrio era muy callado, pero cuando andaba ebrio o medio toquerón, como solía decir, le brotaba la chispa y sacaba frases humorísticas y pícaras para cada ocasión. Después de escucharlo te ibas risueño y pensativo. No podías evitar preguntarte: ¿cómo se forjó una personalidad así?

Yo, respetuoso de los que saben, voy a dejar que los psicoanalistas elaboren la respuesta y me voy a limitar a reseñar algunas situaciones que escuché o viví al lado de don Mundo.

Su forma de ser no se llevaba con los problemas, los alejaba, incluso, encontró la frase ideal para desatenderse de todo. Cuando alguien le preguntaba algo, contestaba: “no sé, pregúntale a Albino, él va a saber”.

Cuando ya tenía mucho mezcal en el cuerpo, una de las frases que más repetía era la siguiente:

Apa me dijo una churra,

y yo le dije apa churrada,

a mí me gusta el comercio,

aunque no me deje nada.

 

Ya entrado en copas, si veía que se acercaba alguien a quien no quería ver, soltaba la frase lapidaria:

– Como dijo Pastrana Sánchez: ¡no sé qué tienen mis ojos, que puros culos veo!

Por supuesto que también se ponía romántico y acudía a sus versos predilectos:

Bonito es beber trago tras trago,

y botella tras botella,

y dormirse en los brazos de una bella,

y devolver halago por halago.

 

Enseguida soltaba otro verso, en un tono más subido:

– Como dijo Cheque Torres:

Si te llevo yo a los toros,

y te sientas junto a mí, eso sí que sí,

pero, si con mucho disimulo,

alguien le mete mano al culo, ¡eso sí que no!

 

Ya apoderado de la palabra, porque decía que tenía la exclusiva, buscaba que todos creyeran lo que estaba contando y para ello utilizaba una frase sacramental:

– Como dijo Abraham Suazo: ¡verdá de Dios y verdá de Diosito santo!

La frase la decía intentando imitar el tono de voz y la gesticulación de don Abraham.

En el plano anecdótico, sucedió un día que le pidió dinero a su hermana Ninfita, porque tenía que darle de comer a Panchito. Mi tía no captó el verdadero sentido del mensaje y enojada dijo:

– ¡A ver Mundo, ¿tú por qué tienes que darle de comer a Panchito?, de eso que se preocupen las Ochoa!

Entre un Panchito y el otro había mucha diferencia.

Cuando recién se instaló en Huetamo el COPLAMAR y brindó servicios de salud, mi tío Mundo decidió ponerle COPLAMAR a la mezcalería de doña Chucha Rivera y cuándo le preguntaban el motivo de la denominación, contestaba muy ufano:

– Porque aquí se cura a los borrachos.

A propósito de mezcal, a veces al despachar servía de más o de menos y luego, luego decía:

– ¡Lo que se pierde en el jitomate, se gana en el chile!

A veces, su pasión musical no respetaba restricciones. Una tarde, ya que mi papá, Froylán Pineda Salmerón, estaba muy enfermo, y necesitaba silencio para descansar, don Mundo estaba ensayando con el soprano, entonces, mi mamá le dijo que mi papá estaba durmiendo, que por favor dejara de tocar y Mundo Macedo manifestó:

– ¡Espérame tantito comadre, nomás me toco Nereidas y me callo!

Cuando las urgencias del cuerpo le pedían satisfacer la necesidad de mujer, se iba al Guty Bar, con su primo hermano, el propietario, a ver a las musarañas, así les decía a las sexoservidoras. Cierta ocasión, quiso comprar el tiempo de una de las muchachas, así que le preguntó:

– Chula, ¿cuánto me cobras?

– Diez mil pesos (de los viejos).

– ¡Arí, por diez mil pesos hasta yo me dejo!

Otro día, estábamos platicando La Cocoya, Enrique Ochoa y yo, cuando llegó mi tío Mundo, metió mano a la bolsa del pantalón y les dio unos billetes a mis primos y les dijo que eran para que se fueran a quitar el mojo.

Una vez tuvo que ir al Distrito Federal y Huber se lo llevó a su oficina, para entonces yo también trabaja en ese lugar. Don Edmundo estaba en el cubículo de Huberito, desde donde veía el movimiento de todo el personal. Al pasar frente a él, me llamó y me dijo:

– ¡Sobrino, aquí hay más zorras que en el campo!

En unas vacaciones, Doris, la hija de Yola y Fidel Pineda, fue a Zirándaro. Cierto día fue a saludar a Mundo Macedo, cuando lo vio le dijo:

– ¡Tío Mundo, ¿cómo estás?!

Don Edmundo se le quedó viendo de arriba abajo, sin decir nada.

– ¡Tío, vine a saludarte!

Mundo Macedo la veía sin parpadear, pero continuaba mudo.

Doris supuso que no la reconocía, así que le preguntó:

– ¿Verdad que no sabes quién soy?

Mi tío no dijo nada.

– Ahora entiendo, no sabes quién soy.

Por fin, don Edmundo respondió, con escasa convicción:

– Claro que sé quién eres.

– A ver, dime quién soy.

– Chigüez, pues eres Cristina.

– ¡Claro que no, ya ves cómo no sabes quién soy!

– Sí sé.

– A ver, dime quién soy.

– Arí, pues eres mi sobrina.

– Sí, pero cuál sobrina.

– Pues mi sobrina.

– ¿De quién soy hija?

– Ni modo que no sepa.

– A ver, dime de quién soy hija. No sabes.

– ¡Que sí sé!

– Ándale pues, entonces dime de quién soy hija.

Mi tío Mundo fastidiado dijo:

– ¡Pues del pipe y de la zorra!

En los últimos días de su vida, Mundo Macedo acuñó una respuesta sorprendente, sabia y contundente, que utilizaba cada que le preguntaban cómo estaba:

– A mi edad, da lo mismo ser feliz que desgraciado –contestaba-.

Finalmente, cuando Enrique Ochoa y Cata Damián andaban de romance pasaron enfrente del cuarto de mi tío Mundo, éste, al ver a la pareja, les dijo:

– ¡Que vivan los novios!

A su lado estaba Pachita La Loca, quien completó el comentario de don Mundo, gritando:

– ¡Y que coj…!

De los genes de Mundo Macedo nació Huberito, de ahí su personalidad. Así pues, cómo querían que el fruto saliera dulce si el palo es amargoso.

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