(AP) — Mientras helicópteros militares transportan equipos de búsqueda y rescate sobre la región noroeste junto al Pacífico, bajo ellos pueden verse escenarios de devastación producidos por un enorme terremoto que podría sacudir la región en cualquier momento.
Aguas empujadas por un tsunami barren comunidades costeras. Edificios, puentes y carreteras yacen en ruinas. Incendios están fuera de control. Sobrevivientes se encuentran varados sobre techos, colgados de escombros flotantes o atrapados dentro de edificios en ruinas.
Los sismólogos dicen que una ruptura total de una falla geológica de 1.046 kilómetros de largo (650 millas) que corre del norte de California a la Columbia Británica y un tsunami resultante podría ser un evento que le toque presenciar a esta generación, y funcionarios de atención de emergencias están ocupados preparándose para lo peor.
Funcionarios federales, estatales y militares han estado trabajando conjuntamente con el fin de diseñar planes para cuando ocurra el “Gran Terremoto”.
Estos planes de contingencia reflejan profunda ansiedad respecto a la potencial gravedad del desastre que se asoma: más de 14.000 muertes en el peor de los escenarios, 30.000 heridos, miles de personas sin vivienda y un retroceso de años en la economía de la región, si no es que de décadas.
Como una respuesta, lo que proyectistas visualizan es un despliegue de personal civil y militar y de equipo que sería muy superior a la respuesta a cualquier desastre natural que haya ocurrido hasta ahora en Estados Unidos.
Habría oleadas de aviones de carga, helicópteros y barcos, así como decenas de miles de soldados, funcionarios de emergencia, equipos mortuorios, policías, bomberos, ingenieros, personal médico y otros especialistas.
“La respuesta seria de magnitud superior a la del huracán Katrina o la supertormenta Sandy”, dijo el teniente coronel Clayton Braun, de la Guardia Nacional del Ejército del Estado de Washington, en referencia a dos de los desastres naturales más conocidos en la historia reciente de Estados Unidos.
Desde 2013, Braun ha encabezado un equipo para trabajar en la organización de un plan de respuesta militar para el estado de Washington, el cual sería usado en conjunto con esfuerzos de agencias civiles estatales y federales.
El plan de respuesta de Oregon se llama el Cascadia Playbook, tomando el nombre de la amenazante falla geológica de altamar: la Zona de Subducción Cascadia. El plan, revelado el año pasado, ha sido distribuido a funcionarios cruciales para que el estado pueda responder rápidamente cuando ocurra el desastre.
“Ese libro de instrucciones nunca está a más de 100 pies (30 metros) de donde estoy yo”, dijo Andrew Phelps, director de la Oficina de Atención de Emergencias de Oregon. Cuando Phelps sale a comer, mantiene el libro en su automóvil para tener acceso a él rápidamente.
Un terremoto de magnitud 9,0 acompañado de un tsunami que devastó partes de Japón en 2011 proporcionó mayor claridad de lo que se necesita hacer en la región noroeste junto al Pacífico con el fin de mejorar su presteza para una catástrofe similar.
Proyectistas federales y estatales de planes de emergencia, así como oficiales militares, han estado teniendo reuniones para identificar qué se puede hacer para reducir la pérdida de vidas y colocar a la región en una mejor posición para recuperarse.
Aún hay mucho por hacer, y es imposible prepararse por completo para una catástrofe de esta magnitud, pero los responsables de los planes de contingencia en desarrollo creen que están logrando avances.
Los planes consideran el uso de un sistema estratificado para hacer llegar personal, equipo y suministros a la región devastada.
Aviones grandes de carga, como la aeronave militar C-5 Galaxy, aterrizarían en aeropuertos o bases aéreas capaces de recibirlos, y después serían utilizados de manera progresiva aviones más pequeños para llevar personal y suministros a campos aéreos más pequeños cerca de las áreas devastadas.