La que entra es la última semana de trabajo del Congreso de EE.UU. antes de las vacaciones y el mandatario del país, Barack Obama, y el presidente de la Cámara baja, el republicano John Boehner, se enfrentan a la tarea de poner las bases que permitan una reforma migratoria crucial para ambos.
El miércoles el presidente Obama tiene previsto reunirse en el Congreso con los legisladores demócratas de la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, para avanzar en la estrategia en los temas pendientes en la Cámara baja, entre los que la reforma migratoria es prioritaria.
Por su parte, Boehner debe sentar, antes del receso de cinco semanas del verano, las bases de la estrategia republicana en una Cámara de Representantes dividida ante el tema.
Los líderes republicanos han rechazado la reforma migratoria aprobada por el Senado con apoyo bipartidista, que contempla la regularización y un camino a la ciudadanía para 11 millones de indocumentados.
El Partido Republicano quiere que la Cámara baja aborde la reforma en partes, aumentando la seguridad fronteriza y ofreciendo un camino a la ciudadanía a jóvenes indocumentados que han crecido y se han educado en este país (conocidos como “Dreamers”), pero no a sus padres que permanecieron en el país a sabiendas que incumplían las leyes.
Boehner debe conciliar las posturas de los republicanos sobre la necesidad de no dejar morir una reforma migratoria vital para el futuro del partido y opiniones extremistas en medio del debate, como la declaraciones del congresista de Iowa Steve King, quien aseguró que gran parte de los “dreamers” se dedican a pasar droga por la frontera.
Las declaraciones de King perjudican aún más la imagen del Partido Republicano, que desconectó en las elecciones de 2012 con los votantes hispanos, aunque los líderes conservadores, entre ellos Boehner, salieron rápidamente a desmarcarse y criticar esos comentarios.
El congresista republicano de Nueva York Peter King criticó hoy en entrevista con la CNN las declaraciones de su compañero de Iowa y dijo que la reforma migratoria debe “acomodar la necesidades de 11 millones de inmigrantes indocumentados, sin atraer a otros 11 millones” y sin olvidar los requisitos de seguridad fronteriza.
“Debemos seguir el camino de Ronald Reagan, ser un partido integrador”, indicó el congresista por Nueva York. En 1986, durante la Presidencia de Reagan, EE.UU. llevó a cabo su última gran regulación de indocumentados.
No obstante, en el diario The Washington Post señaló hoy en un análisis que de esos 11 millones de indocumentados, que la reforma del Senado quiere sacar de las sombras, solo alrededor de una cuarta parte conseguirá la ciudadanía, tras un largo camino de 13 años de papeleo y solicitudes en los que se deben cumplir requisitos económicos y de antecedentes penales.
Un informe del la Oficina Presupuestaria del Congreso del mes pasado proyecta que unos 8 millones de inmigrantes indocumentados intentarían obtener la ciudadanía y unos 3,5 millones no podrían optar a ella por fallar en alguno de los requerimientos o se rendirán por el camino.
La reforma del presidente Reagan en 1986 permitió la legalización de alrededor de la mitad de los 5 millones de inmigrantes indocumentados que residían en el país por aquel entonces, mientras que la otra mitad se convirtió en la base de los 11 millones que actualmente viven de forma ilegal en EE.UU.
Las organizaciones de apoyo a la reforma, que hoy realizaron movilizaciones en Ohio -estado del distrito electoral de Boehner-, temen que la Cámara de Representantes rebaje aún más la posibilidad de ser elegible para la ciudadanía o residencia legal.
Esta semana la Cámara de Representantes y Obama deberán poner las bases de un compromiso para desbloquear el estancamiento legislativo, que retrasará, en opinión de ambas partes, la posibilidad de un ley migratoria definitiva hasta, al menos, finales de este año. EFE
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