Un grupo de 34 jóvenes marcharon la mañana del lunes con la determinación de cruzar la frontera entre México y Estados Unidos sin documentos, como miembros de una generación de jóvenes traídos por sus padres a Estados Unidos de manera ilegal y que ahora sufren a causa de una política migratoria que califican de injusta.
Los jóvenes que crecieron en lugares tan variados como Phoenix o Boston se vistieron con togas y birretes de diversos colores y gritaban “sin documentos y sin miedo” al cruzar el puente que une a las ciudades de Nuevo Laredo, al norte de México, con Laredo, al sur de Texas.
Ya en la caseta de inmigración policías de aduanas y protección fronteriza los separaron de quienes los acompañaban y de los demás peatones e iniciaron el procesamiento de cada caso de manera separada.
Muchos de sus padres corrieron riesgos al atravesar desiertos y ríos, muchas veces sin dinero ni pertenencias, cuando cruzaron la frontera mexicana hacia los Estados Unidos. Los adolescentes y jóvenes que llegaron a Estados Unidos el lunes se enfrentan a lo que podría ser semanas de detención e, incluso, una posible deportación. Pero aun así decidieron asumir su circunstancia migratoria actual en una protesta pública que parece que se podría expandir.
En julio, un grupo de nueve jóvenes denominado los “Dreamers 9” cruzó la frontera a Nogales, Arizona. Solicitaron asilo, fueron detenidos y liberados alrededor de dos semanas después de arribar al lugar. El grupo del lunes esperaba tener una experiencia similar. En las horas de la tarde su estadía en el lugar se prolongaba, mientras cada uno de ellos se entrevistaba con funcionarios de la Policía de Aduanas y Protección Fronteriza, pues cada solicitud era procesada por separado.
En el corazón de la protesta está una orden ejecutiva expedida por el presidente Barack Obama que les otorgó a los jóvenes inmigrantes, que fueron traídos ilegalmente al país cuando eran niños, el beneficio de solicitar una suspensión temporal de su deportación, y trabajar con una autorización temporal de empleo.
Para acceder al beneficio se deben cumplir ciertos requisitos, como haber residido en el país al menos cinco años, haberse graduado de una escuela secundaria estadounidense y carecer de antecedentes criminales graves.
Quienes intentaban cruzar el lunes habían abandonado Estados Unidos de manera voluntaria o habían sido deportados meses, semanas o, incluso, días antes de que Obama anunciara la expedición de la orden ejecutiva.
“La acción de hoy la vemos como una especie de extensión del anuncio de la suspensión temporal de la deportación”, dijo David Bennion, un abogado de inmigración que viajaba con el grupo. “Lo que nos gustaría ver es que las personas que se fueron, como estos 30 que hubieran podido reunir los requisitos, fueran consideradas”.
Los agentes de Aduanas y Protección Fronteriza, quienes determinan quién puede entrar a territorio estadounidense, dijeron que las leyes de privacidad no les permitían hablar de casos individuales.
El grupo de los 34 jóvenes incluía algunos menores de edad, como Luis Enrique Rivera López, de 17 años. El adolescente viajó desde Guasave, en el estado de Sinaloa y que solo conocía por su reputación como cuna del narcotráfico, antes de abandonar Los Ángeles el año pasado.
“Quería descubrir mis raíces”, dijo Rivera acerca de su decisión de regresar a México, un país en el que no había estado desde que tenía un año. “Quería saber de dónde vengo”. Rivera optó por estudiar gastronomía y especializarse en comida del mar por estar en el costero estado de Sinaloa, pero en vez de eso, se vio forzado a comenzar el bachillerato de nuevo.
La experiencia de Rivera fue gratificante en algunos aspectos. Logró conocer a sus abuelos, pero después de estar separado de su familia durante 19 meses, extrañaba a sus hermanos quienes todavía viven en Los Ángeles. Sintió que no encajaba en México.
“De inmediato, resaltas entre los demás”, dijo Rivera. “En mi caso, cuando llegué a Sinaloa, no me vestía como nadie. Mi corte de pelo era diferente. Mi estilo de caminar era diferente. Mi español estaba muy mal… al principio fue muy duro”.
David Leopold, un abogado de migración y el ex presidente de la Asociación Americana de Abogados de Inmigración, dijo que la táctica de los jóvenes es preocupante.
“El enfoque debería ser conseguir que la Cámara de Representantes hiciera su trabajo y corrigiera el sistema migratorio”, dijo Leopold. “No creo que estas acciones ayuden a reparar el problema”.
El grupo preparó con gran detalle su cruce por la frontera. Los que participaron comenzaron a llegar a un albergue de migrantes en Nuevo Laredo días atrás. Allí, hubo una serie de reuniones para enseñarles cómo actuar frente a las autoridades.
También planearon qué ropa traerían, el orden en el que caminarían y los objetos que traerían consigo.
Lorena Marisol Vargas, de 19 años, abandonó su hogar en Tucson, Arizona, en abril de 2012, menos de dos meses antes de que Obama anunciara su orden ejecutiva que la habría ayudado a permanecer en los Estados Unidos. Viajó a Ciudad Juárez, que comparte frontera con El Paso, Texas, para solicitar una visa para regresar.
Pero no lo logró. El gobierno le negó el documento y le fue imposible regresar, hasta ahora.
La madre de Vargas, una ciudadana que se nacionalizó estadounidense, tuvo que regresar al norte sin su hija. Y la adolescente, quien había vivido en Estados Unidos desde que era una niña de seis años, viajó al sur a Uruapan, en el estado de Michoacán, donde tenía familiares que apenas conocía pero que la podrían recibir en su hogar.
“Mi casa está en Tucson, Arizona. Ahí crecí”, dijo Vargas.