Unos 150 dreamers cruzan frontera hacia EEUU

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Lilian Espinoza, una estudiante de diseño gráfico egresada de la preparatoria Spring High School de Houston, Texas, llevaba consigo un folder con diplomas, hojas de su servicio comunitario y otros papeles de su vida estudiantil en Estados Unidos. También cargaba una mochila con ropa para cuatro días.

La estudiante de 22 años era una de los treinta dreamers vestidos con togas y birretes, algunos con hijos en brazos, que cruzaron desde Tijuana, México, la garita internacional de Otay este lunes al filo del mediodía para pedir asilo en Estados Unidos. Habiendo vivido ahí desde su infancia, habían regresado a México porque no tenían posibilidades de seguir estudiando o desarrollarse por no ser ciudadanos estadounidenses.

“Mi madre murió cuando yo tenía siete años, pero antes me dijo que me fuera a Estados Unidos con mis (seis) hermanos. Mi papá se quedó en Guanajuato”, dijo Espinoza. “Yo crecí en Houston, estudié la preparatoria, cuando terminé me ofrecían una beca para diseño gráfico, pero como no tenía papeles me la negaron. Dos semanas después de graduarme (el 13 de junio de 2011) me regresé a Guanajuato, pero allá el gobierno no podía ayudarme, además yo no me sentía en casa y la gente de ahí me lo hacía ver; yo no me hallo aquí, por eso quiero regresar”.

A las 10:55 de la mañana de este lunes, un camión de transporte se estacionó a tres cuadras de la garita internacional de Otay, donde decenas de personas —146, según Ángeles sin Fronteras, que se entregarían a oficiales de Aduanas y Protección Fronteriza en San Diego— se reunieron y comenzaron la protesta para pedir por una reforma migratoria y presionar al gobierno estadounidense para que ofrezca una salida a los que fueron deportados o forzados a dejar el país.

“Y aquí y allá, los dreamers lucharán”, coreaban, “Sin papeles, sin miedo, sin papeles, sin miedo”.

“A mí me deportaron hace cinco años, luego de negarme la ciudadanía pese a que me casé con un estadounidense y tengo dos hijos en Estados Unidos. A mis hijos los veo dos veces al año, porque desde entonces vivo en la Ciudad de México”, dijo Angélica Cortés, de 41 años, quien vivió 14 años en Michigan y busca, a través de los organismos que abogan por los derechos de los migrantes conseguir una amnistía en Estados Unidos.

Cerca de ella estaba Luis Manuel Chávez, de 21 años, 14 de ellos viviendo en Estados Unidos, un estudiante de medicina que optó el 20 de noviembre de 2011 por regresar a México al negársele la entrada a una universidad estadounidense por no contar con papeles de ciudadanía.

“Al principio (de su estadía en Ciudad de México) fue como si estuviera de vacaciones, pero luego comencé a tomar conciencia de mi situación, cómo, pese a los premios que recibí como estudiante en Illinois y los servicios comunitarios que hice allá, mi vida había cambiado drásticamente, cómo tenía menos oportunidades para desarrollarme”, dijo Chávez, quien pudo cruzar la frontera junto con una treintena de “Dreamers”.

Otro dreamer, Jordi Cansino, de 20 años, dijo que cruzó la frontera de Estados Unidos de forma ilegal a los cinco años junto a su familia, que se estableció desde entonces en Los Ángeles, California.

“A los 16 años la Universidad del Sur de California me dio una beca por seis meses en administración de negocios, pero luego me negaron la entrada porque no tengo papeles; por eso me fui a estudiar moda a la Casa de Francia de la Ciudad de México, pero siento que mi vida no está aquí, que mi país es Estados Unidos, porque allá está toda mi familia”, dijo.

Al filo del mediodía, Cansino y otros dreamers llegaron en fila a la puerta peatonal de la garita de Otay, a un costado de la caseta de cruce Sentry, que fue cerrada durante la protesta. Un centenar de personas en el lado mexicano y otras decenas en el lado estadounidense coreaban: “Sin papeles, sin miedo, sin papeles, sin miedo” o “No están solos”. Algunos lloraban.

“Por ahora solo los jóvenes cruzarán, más adelante intentarán cruzar otros dreamers que fueron deportados y que fueron separados de sus familias. Por ahora sólo serán ellos y las autoridades estadounidenses los estarán procesando y definirán su futuro”, dijo Enrique Morones, presidente de Ángeles sin Fronteras, luego de que oficiales de Aduanas y Protección Fronteriza permitieran la entrada a la treintena de dreamers.

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