Misa en español define a que iglesia van hispanos

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ADAMSTOWN, Maryland, EE.UU. (AP) — Cuando María Tereza D’Orazio comenzó a trabajar como voluntaria en la Iglesia Católica St. Joseph-on-Carrollton Manor hace unos 22 años, notó que ninguno de los feligreses que asistían a misa eran hispanos como ella.

“Los veía en los supermercados y en la calle, y me preguntaba por qué no irían a misa”, comentó D’Orazio, quien hoy tiene 75 años.

Comenzó a preguntarle a los hispanos cuál era la razón, dado que eran católicos practicantes en sus países natales.

Le dijeron que habían estado yendo a servicios protestantes porque en esas iglesias se sentían más a gusto y les ofrecían transporte.

Las iglesias católicas locales no tenían sacerdotes que hablasen español, indicó. Y muchos residentes hispanos le dijeron que irían a sus misas si las ofrecían en español.

D’Orazio y otros pusieron avisos en diarios locales, preguntando si alguien estaría interesado en una misa en español.

“En ese momento, sentí que eran necesarias”, relató. “Años después, pienso que fue Dios quien me dio la idea”.

A principios de la década de 1990, la Iglesia Católica St. John the Evangelist de Frederick celebró su primera misa en español.

El reverendo Tad Mich, profesor adjunto de antropología de la Universidad Católica de América, comenzó el servicio como voluntario con la universidad, indicó. Siguió ayudando a organizar comunidades católicas hispanas en todo el estado, incluida la de St. Timothy Catholic Church de Walkersville.

El aporte de D’Orazio “fue vital al principio por una simple razón: Era un puente natural entre dos culturas diferentes, la hispana y la estadounidense”, dijo Mich.

El reverendo Kevin Farmer, administrador de St. John, no tiene claro cuándo fue que los hispanos comenzaron a acercarse a St. John, pero dijo que es una de las arquidiócesis más viejas de Baltimore.

La iglesia cuenta hoy con unos 400 feligreses hispanos y un pastor adjunto, el reverendo Miguel Mateo, que sirve tanto a los hispano parlantes como a los anglo.

Uniendo dos mundos

D’Orazio nació en Granada, Nicaragua. Tenía 13 años cuando fue enviada a Costa Rica a estudiar secretaría. En 1955 se radicó en el sur de California con una hermana mayor casada con un diplomático estadounidense.

Trabajó 12 años como secretaria bilingüe en la Organización Panamericana de la Salud en Washington. Pasó más de una década en Nicaragua con su esposo y su creciente familia y luego un año en Venezuela antes de regresar a Estados Unidos. Hace unos 30 años obtuvo la ciudadanía estadounidense.

Disfruta la paz y la tranquilidad de Adamstown, donde vive cerca de su familia, incluidos sus nietos, y de los amigos que hizo, muchos de ellos en distintos trabajos como voluntaria.

“Encontré mi lugar”, expresó.

D’Orazio trabaja como voluntaria en la Mission of Mercy, que ofrece atención médica gratis a los pobres. Dice que recibe pacientes y hace de traductora desde los 90. Ayudó a fundar el Centro Hispano de Frederick y hace de voluntaria en la St. Vincent de Paul Society.

También le traduce a los hispanos en el sistema escolar, los servicios sociales y en asuntos de inmigración.

“La gente me llama para ver si puedo ayudar”, expresó.

Sus esfuerzos le han generado reconocimientos de la arquidiócesis y uno del papa por sus servicios a la iglesia.

Luego de ayudar por décadas a los inmigrantes a acortar la brecha entre las culturas de Estados Unidos y América Latina, D’Orazio cree que los hispanos siguen siendo discriminados.

“Denles una oportunidad”, declaró. “No esperen que una persona que ha estado aquí tres años hable inglés en forma fluida”.

Estados Unidos es un país de inmigrantes y el que se le permita a la gente mantener sus costumbres no le hace mal a nadie, sostuvo.

“Hay que ser más tolerantes. Por favor dennos tiempo”.

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