CON OLOR A CORAZÓN DE CUERAMO

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Hace pocos días, el buen amigo Salvador Alvear Herrera publicó el primer libro de su autoría, denominado Husma del ayer, de lectura obligada para todos los calentanos que añoran el terruño y gozan con la evocación tangible de los años vividos en lo que algunos llaman la patria mínima.

A Chava Alvear lo conozco desde siempre, aunque el contacto más estrecho se dio a raíz de esa maravillosa aventura literaria que significó Voces de Tierra Caliente para muchos de los que participamos en ella. La pluma de Alvear Herrera fue una de las más asiduas en la revista y desde su primera colaboración me cautivó y atrapó como lector, indiscutiblemente por la sencilla profundidad de sus palabras, con un saborcito a Zirándaro que entraba por los ojos, se desbalagaba por las tripas y terminaba alojándose en la memoria del corazón. zirandarence

Chava dice en Husma del ayer que el propósito de esta obra es rescatar nuestro lenguaje antiguo, de ahí la necesidad de utilizar el mayor número posible de los términos tan propios del entorno zirandarense. En mi opinión ésta fue una misión cumplida.

El libro está conformado por cuentos y poemas, el hilo conductor es, obviamente, la mágica cotidianidad calentana, ésa que forja la personalidad, templa el carácter, encamina el pensamiento y robustece el corazón.

Tuve noticia anticipada de la obra y desde entonces surgió mi ansiedad por conocerla y disfrutarla. Cuando la tuve en mis manos ya la ansiedad era insoportable y a medida que avanzaba en la lectura se confirmaba mi pronóstico de las bondades de este libro. Al final, me puse triste porque se había terminado la husma, a pesar de que pude recolectar trocitos de mi infancia, recuerdos gratos de la gente de más antes y la identificación plena con el narrador, a pesar de que yo nunca realicé las tareas que él desempeñó.

El lenguaje sencillo es un plus insuperable de Husma del ayer, pero, además, la mayoría de las expresiones y el contexto en que se utilizan permiten ubicarse en los distintos escenarios que describe la obra.

A continuación voy a reproducir algunas de las frases contenidas en el libro, acompañadas de un breve comentario, impulsado por mis propios recuerdos.

“Los alacranes no le hacían efecto, a los que le picaban se les amellaba la pulla (sic), por el cuero macizo curtido por el sol”. Al respecto, no resulta difícil imaginar a los pobres alacranes huir con las puyas rotas, en sus vanos intentos por penetrar el muro de piel queratinosa.

“…dicen que a Bruno se le secaron las talegas…”, ante tal contingencia, la esterilidad es por demás evidente e irreversible.

“…sufría más que cuando se iba mi amá pa`ltamirano y no me llevaba con ella”, ésta fue una de las frases que más me gustó, porque denota, de manera contundente, la unión materno-filial y el dolor inevitable por separarse del ser que más se ama. Además, me reforzó la convicción de que Chava Alvear tiene cara de guache güeleque.

“…quienes habían mandado una carta llena de peticiones, muy parecida a la que se envía a los reyes magos, con la única diferencia de que Tancho sí cumplía con las peticiones y no dejaba esperando a sus hijos la bicicleta soñada y en su lugar, como luego acostumbraban, llevar un carro de plástico lleno de cacahuates, chicles y galletas de animalitos”, este comentario me remitió a los días de reyes de mi infancia en Zirándaro, cuando uno tenía dificultad para entender por qué Melchor, Gaspar y Baltazar les traían todo lo que pedían y más a muchos guaches y otros no recibían nada o tan sólo una pistola de madera, con la que ni siquiera se podía herir a alguien en el pin, sin faltar la promesa gastada de que al año siguiente se cumplirían todas las promesas, siempre y cuando uno se portara bien.

“…del guache macho que nomás por gusto, se hizo fresco”, ésta fue, quizá, la única frase con la que no me identifiqué y para todos aquéllos que les quede el saco, como dijo Abraham, el hijo de don Jonás, ¡pues provecho!

Las anécdotas, los personajes, el lenguaje y el contexto zirandarense obligan a leer Husma del ayer. Al final, concluirán conmigo que valió la pena, porque de la lectura se desprende un fuerte olor a charamasca recién cortada y un saborcito insuperable a lechedura, ello, debido a que escribió este libro un calentano auténtico, uno que nació allá, para los que crecimos acá y allá y siempre tenemos en la mente y en el corazón a nuestro amado Zirándaro.

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